Berlín, 15 de julio de 2024. Entrevista a Gabriela Damián Miravete (GDM) preparada por Julia Graninger y Camila Navas López (CNL)
Foto de entrada: Jannis Sterr
Los feminicidios son asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres. Lo que es difícil de comprender es aún más difícil de expresar en palabras. Sin embargo, la autora mexicana Gabriela Damián Miravete ha logrado construir un monumento literario a este problema estructural con su cuento Soñarán en el jardín (2015). En su relato de ciencia ficción, ofrece a las personas lectoras la esperanza de un mundo sin feminicidios. Guiados por la docente Manuela Barney Seidel y con el apoyo de la escritora, estudiantes de la Freie Universität Berlin se han propuesto a la tarea de traducir esta fascinante obra de Centroamérica del español al alemán. El proyecto contó con el apoyo de la asignación de fondos para la promoción de mujeres y la igualdad de género en el Departamento de Filosofía y Humanidades de la Freie Universität Berlin, y con el respaldo de alba.lateinamerika lesen e. V.
El 29 de octubre de 2024 será el lanzamiento de Im Garten werden sie träumen (alba.edition) en el Literaturforum im Brecht-Haus. El 14 de noviembre se presentará la misma publicación en el Brunnenpassage en Viena, Austria.
La siguiente conversación es la entrevista original con la autora donde se explora cómo, a través del arte, se pueden erigir monumentos ― para aquellas que nos han sido arrebatadas.
CNL: Soñarán en el Jardín fue publicado por primera vez en El silencio de los cuerpos. Relatos sobre feminicidios en el 2015. ¿Escribiste este cuento específicamente para esa antología de escritoras mexicanas sobre los feminicidios o en qué contexto nació Soñarán en el Jardín?
GDM: Sí, Soñarán en el jardín, ya como un cuento completo, surgió con esa petición. Me escribieron para pedirme un cuento para El silencio de los cuerpos, pero la petición me pareció singular. Era: «Hicimos una antología de cuento sobre el narco, donde estuvieron tal y tal autor, y ahora queremos hacer una sobre feminicidios con tales y tales autoras». Y yo dije: «¿De qué se trata esto? ¿Por qué una antología de hombres asesinos? ¿Y una de víctimas, mujeres? ¿Qué onda?». Fue una antología que tuvo las mejores intenciones, sin duda, pero el planteamiento sobre estos temas de la industria editorial a mí siempre me ha parecido problemático. Entonces yo no sabía si quería participar o no. En ese momento trabajaba en el Programa Universitario de Estudios de Género, que hoy es el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM. Y mis amigas me animaron mucho. Me dijeron: «No, no, tú puedes hacer algo». Yo les decía: «Es que a mí se me ocurren puras mamadas, puras cosas que son fantasiosas, que no son muy respetables, y es un tema para el que yo tengo todo el respeto, que me importa muchísimo y no sé qué voy a hacer con eso. No sé si realmente soy la escritora que creen que debe estar en una publicación así. Como soy feminista, acudieron a mí para esta clase de temas, pero no sé si saben cuál es mi acercamiento realmente, desde la imaginación». Eso me preocupaba un poco. Me animaron. Y lo hice y me costó mucho trabajo hacerlo, pero quedé muy satisfecha. Porque además yo ya tenía una idea. Es aquí donde la petición se cruza con algo que ya existía previamente, que era la idea de un cementerio del futuro. En ese momento pensé que quizás era una novela. Ahora no sé qué sea. ¿Cómo sería un cementerio en el futuro? ¿Cómo quisiéramos, en este caso, conservar la memoria de las víctimas? Es algo que me importa mucho. Y ahí se colocó esa idea y se unió con el tema de los feminicidios. Por otro lado, la tercera raíz es que cuando se recrudeció la violencia en México, que fue cuando inició el sexenio de Felipe Calderón (en el 2009), yo sentía la necesidad de especificar mi activismo. Porque empecé a contar muertes por violencia en México a través de una organización de personas voluntarias, Menos días aquí, un proyecto de Nuestra aparente rendición. Y me di cuenta de la especificidad en la manera en como morían las mujeres: el feminicidio. Y me importaba mucho diferenciarlo para hacer algo al respecto. Y saber que yo quería contribuir desde lo que sé hacer, que es escribir. Entonces, esas son un poco las tres raíces de la historia.
CNL: ¿Y ya tenías una base cuando empezaste a escribir? ¿Empezaste de cero o uniste varias ideas? ¿Y cuánto tiempo te demoraste en terminar de escribir Soñarán en el jardín?
GDM: Yo ya había pensado algunas cosas. Definitivamente, tenía que ser en un entorno natural y con esta condición electrónica medio fantasmagórica, con sus glitches. Porque además, desde Latinoamérica, me gusta mucho que pensamos la ciencia ficción como es realmente la tecnología: falible, ¿no? Y es eso, como un poco defectuosa. Entonces empecé muchas cosas desde cero, pero yo ya tenía esas pequeñas nociones y ya después se fue complejizando.
¿Cuánto tiempo me tardé? No fue mucho tiempo, pero sí recuerdo que fueron semanas muy intensas y en las que me sentía bastante abrumada a la hora de hacer la investigación porque yo todo lo que escribo lo investigo mucho, aunque no parezca. Y esto también estuvo muy investigado. Sobre todo, yo quería estar muy sumergida en las historias de las mujeres, aunque no quedaran representadas tal cual porque lo que importa más es la sensación que nos deja su ausencia, el hecho de repasar sus vidas. Traté de que hubiera también una investigación propia. Es decir, una investigación de mí misma en la historia de mi familia, en la historia de las mujeres de mi familia, que es la historia de Marisela. Están ahí mezcladas las mujeres de mi familia y las violencias que han sufrido. Era ponerme yo también ahí y eso fue muy duro. Y muy duro ver las historias de todas las que hemos perdido que pude absorber para hacerlas presentes en el cuento. Eso sí fue complicado.
Fueron semanas solitarias y al mismo tiempo no tanto. Tenía a mis amigas ahí, ellas me alentaban mucho, y aunque no sabían muy bien qué era lo que estaba pasando, yo les compartía cómo me sentía y ellas ahí estaban.
CNL: Y las preguntas, entonces, ¿se las hacías también a tu familia a modo de entrevista?
GDM: En realidad no, era más bien hacer memoria de lo que yo sabía que había pasado y de suponer cómo había pasado y también, respecto a mí misma, admitir muchas cosas. Violencias que yo había sufrido y que quería que estuvieran ahí entrelazadas con las de mi familia, las ancestras, como decimos. Ponerlas en el texto y de repente verlas fue doloroso. Y por eso me cuesta leerlo. Porque no es nada más que llore por mí, sino también por mi mamá, mi abuelita, mis tías. Entonces sí, hacer esa indagación, aunque no es precisamente documental, es como abrir mucho el espacio de la escucha, de la memoria y de la imaginación para hacer que se articulen esos tres elementos.
CNL: Me puedo imaginar que es un proceso muy doloroso porque se ve a las mujeres mexicanas representadas en el cuento. Y creo que eso es lo que es tan importante de Soñarán en el jardín, que no muestra específicamente los nombres de todas, sino la representación de todas. Esto lo pudo vivir una mujer mexicana, una mujer latinoamericana, todas.
GDM: Para mí la gran pregunta era cómo hacerlo de forma respetuosa. No usar la historia de alguien más, sino convertirla en la mía. Por eso la mía está ahí también. Porque es la de todas, esto que tú dices. Pero, ¿cómo hacer que la escucha sea respetuosa y no extraer los datos de alguien? Sino compartir ese dolor y codificarlo a través de la imaginación con mucho amor y respeto y también ofrendando algo, no nada más tomando.
CNL: ¿Ahí te decidiste finalmente por los nombres de Marisela haciendo referencia a Marisela Escobedo y a su hija, Rubí Marisol, que es una de las siluetas? También está la silueta de Mariana Elizabeth y las asesinadas Dulce y Paquita. ¿Por qué escogiste justamente esos nombres?
GDM: Sí, y bueno, Erika Noemí Carrillo, que está en el epígrafe. Y en su caso sí está relacionada su voz con su nombre, pero en las demás, no. Están igualmente mezcladas. Para mí era importante atomizar esa experiencia: que estuvieran todas con sus nombres, pero no necesariamente ellas como personas para no revictimizarlas, sino para dar cuenta de que esto es sistémico. Y que es algo que podemos vivir todas, sufrir todas. Entonces, sí, los nombres son reales y los nombres que no están completos, como es el caso de Dulce y de Paquita, son para generar una cercanía, así les decimos a nuestras amigas. Pero, desde luego, son personas, son mujeres que sufrieron, que fueron víctimas y que están ahí compartiendo ese espacio. Para mí era importante hacer ese homenaje a Marisela Escobedo y a Rubí Marisol porque fueron precisamente el detonante de que yo me decidiera por participar en un activismo feminista y en los feminicidios en concreto a partir del feminicidio de Marisela Escobedo, que ocurrió justo cuando yo estaba contando muertes para Menos días aquí. Esa semana de voluntariado, el jueves 16 de diciembre de 2010, mataron a Marisela y para mí algo cambió. Fue absolutamente doloroso. Fue un punto de quiebre para mí como mexicana, como mujer, como activista. Entonces quise hacerle ese homenaje a Marisela y mantenerla viva en eso que ella hacía, que era asombroso. O sea, la potencia que tenía su voz, la rabia y el amor, cómo la conducían de una manera tan efectiva, cómo logró tantas cosas y cómo la negligencia del maldito Estado la acabó. Y cómo, de manera tan evidente, se ve ahí el fracaso del sistema de justicia mexicano, al asesinarla frente al Palacio de Justicia. Entonces, bueno, toda esa potencia y rabia y amor, yo quería que siguiera viva en la figura de La Guardiana.
CNL: En toda la historia nunca leemos ni femicidio ni feminicidio. ¿Lo hiciste así a propósito? Como ya estaba en una antología con el nombre de Relatos sobre feminicidios, ¿no querías dar ese término? ¿O cuál fue tu razón para no usar el término?
GDM: Sí, creo que la literatura de imaginación fantástica es muy efectiva para ampliar el lenguaje y para evadirlo también, pero no de una manera cobarde, sino de una manera de irse por la tangente para ver el panorama completo desde otro punto de vista. Eso ya iba a estar presente en la intención de la antología, en el prólogo. Conozco al panorama literario mexicano, sé desde dónde escriben y sabía que yo iba a ser muy probablemente la única que hiciera algo de imaginación fantástica. Entonces, la lateralidad de la imaginación fantástica, en este caso de lo especulativo, de la ciencia ficción, me permitía ampliar esas posibilidades del lenguaje. El término feminicidio y todo esto que materialmente se hace y que forma parte del activismo, por supuesto que es valiosísimo, pero yo aquí quería que nos diéramos un respiro para pensarlo desde la entraña y desde la imaginación, desde las posibilidades del futuro. Si hay distancia con ese otro lenguaje es porque está ubicado más allá del presente: los feminicidios son nuestro presente y es el lenguaje del presente. En el futuro, ¿qué hacemos? ¿Cómo nombramos a las cosas? No era la intención que al no aparecer «feminicidio» resultara tabú, sino que, por ejemplo, cuando yo tenía 15 años empezó todo el imaginario sobre las muertas de Juárez, y después, con toda la lucha para reconocer al feminicidio como un crimen sistémico, se modificó el lenguaje: no son las muertas, son las asesinadas. Y entonces en el cuento están «las asesinadas de México» porque no son las muertas de Ciudad Juárez, no es nada más ahí, no es en la frontera y no es que se murieran, es que las mataron en todo el territorio. Entonces me permití, por ejemplo, ese cambio de lenguaje, que para mí era importante, porque eso era lo que decíamos también en el 2015, «no son las muertas de Juárez, son las asesinadas de México». Y entonces es esa lateralidad, esa oblicuidad que permite la imaginación fantástica, inventarte cosas y alejarte de lo inmediato para hablar de lo inmediato, para hablar de mi experiencia del 2015, pero con el «Vamos a hacer de cuenta que estamos en el futuro».
CNL: Me parece muy interesante lo que dices, sobre todo porque Soñarán en el jardín está clasificado como un cuento de ciencia ficción especulativa. Ahí me parece interesante saber por qué tomaste la decisión de escribir este cuento como ciencia ficción. ¿Y qué piensas que este subgénero puede traer que otros subgéneros y géneros literarios no logran contribuir, sobre todo con respecto a los feminicidios?
GDM: La realidad de los feminicidios es tan difícil, tan dolorosa, que mirarla de frente puede que nos prevenga de confrontarla porque es muy dolorosa, porque no la queremos ver así. También es un constante vivir en ese dolor y no es que no debamos vivirlo. Creo que por supuesto que tenemos que vivirlo y sentirlo, pero también para poder hablar de él y para poder encontrar el camino a un lugar donde esto no ocurra necesitamos un horizonte. Para mí la ciencia ficción es ese horizonte, con sus ideas de futuro, que también sirve para hablar del pasado. La ciencia ficción, como dice Rodrigo Bastidas, es el género de nuestra relación con el tiempo, es el género literario que más ha abordado de forma efectiva la experiencia humana del tiempo, y en este caso el tiempo futuro nos permite darnos cuenta de muchas cosas, de que necesitamos horizontes de esperanza para construir otra clase de futuro, da la posibilidad de inventarnos cosas. De inventar nuevas palabras, de inventar nuevas maneras de hacer que no existen en la realidad, que parecen locas. La bicicleta, por ejemplo, que está pasando por aquí, probablemente era una locura en algún momento de la historia y hoy es una realidad hermosa. Eso es lo que propicia la especulación. Eso es lo que propicia para mí la ciencia ficción, que es de una nobleza tremenda, porque cuando es capaz de ver más allá de la réplica del presente, extrapolada, o cuando es capaz de ver más allá de las advertencias (que yo siento que de advertencias ya tuvimos suficientes, muchas de ellas no han servido para nada). Creo que más bien necesitamos horizontes e ideas para lidiar con lo que hay que lidiar y para ver cómo le hacemos: eso es lo que queremos, ¿cuál es el camino de vuelta?, ¿qué tendríamos que hacer para que eso ocurriera? Eso nos obliga a pensar en soluciones como si ya lo hubiéramos conseguido. Para lograr eso, ¿qué necesitamos?, y así vamos acercándonos poco a poco al presente.
Otra cosa fundamental es la noción de hiperstición, este concepto fabuloso poshumanista: ficcionando somos capaces de crear realidades. Cuando creamos ficciones también somos productoras de realidad, entonces, ¿qué ficciones queremos crear?, ¿qué profecías queremos que sí se cumplan? A mí me parece que en ese sentido la ciencia ficción siempre ha tenido una vertiente muy política de creación de realidad, de «escribo esto para que pase», su contraparte es «escribo esto para que no pase», que es la advertencia. Pero la ciencia ficción que yo más he amado desde que la conocí es aquella que dice «escribo esto para que pase». Así se escribió Soñarán en el jardín, con eso en mente: esto va a pasar.
CNL: En el jardín podemos ver toda la parte idílica: es un jardín hermoso sin asesinatos de mujeres, pero se lee de todas formas cierto control y da esa apariencia de que no todo es tan utópico. Incluso se tiende a ir a lo distópico en el futuro. ¿Cómo clasificarías Soñarán en el jardín, si es que se puede clasificar como utópico, distópico o, incluso, como heterotópico?
GDM: A mí me gusta mucho, si hemos de usar una etiqueta, la de la heterotopía, porque finalmente es algo que ya podemos constatar. Estamos en una ciudad [Berlín] en donde eso es materialmente muy evidente: que las utopías se crean desde la perspectiva del que pone su sueño al frente de todo y a costa de todo, y las distopías son los entornos que sufren las consecuencias de esa imposición. Entonces, ¿cómo podemos acordar un lugar posible? Me gusta mucho, por ejemplo, la noción de la utopía ambigua de Úrsula Le Guin, cuya novela Los desposeídos, bueno, tiene ese subtítulo, porque no puede ser de otra manera. Después del medio siglo XX, no podemos escribir utopías que no sean ambiguas. La utopía es una cosa muy noble que por supuesto ha provocado terrores en el mundo, pero también, insisto, no es una meta, es un horizonte, y el horizonte, como sabemos, es inalcanzable. Es una dirección hacia la cual caminar, pero no es un punto de llegada. Entonces, Soñarán en el jardín, creo que es eso. La utopía es optimista, mientras que la heterotopía es esperanzada, hay un matiz diferente entre las dos cosas.
CNL: Y es un poco más realista, incluso.
GDM: Exacto, la esperanza tiene un fundamento real, el optimismo es un poco evasor de la realidad, pero la esperanza tiene un horizonte porque sabe qué sí lo hay, es lo último que muere.
CNL: Sí, la esperanza es lo último que muere, como dice el dicho. Aparte que ahí nace la pregunta un poco de ¿utopía para quién, distopía para quién? Para llegar a un acuerdo y estar entre ambos, sí veo mucho a Soñarán en el jardín en un futuro heterotópico, que sí sea una realidad, pues la esperanza está ahí. Hablando de esa parte de la ambigüedad, pensaba justamente en Tomasito, que tiene ese papel ambiguo. Tiene empatía con la silueta de Rubí Marisol, pero al mismo tiempo no está siguiendo las reglas. Me causa curiosidad saber, qué tenías en mente con Tomasito, con esa figura, y por qué ese nombre.
GDM: Ay, qué buena pregunta. Creo que Tomasito tiene esta cualidad de representar el futuro del papel de los hombres en todo esto. Desde los feminismos, mucho tiempo hemos estado como: «A ver, es hora de que los hombres se callen y escuchen», y sí, por supuesto. Pero, por otro lado, mientras no cambien su actitud y mientras no haya un cuestionamiento a su propio papel en todo esto y únicamente haya castigo y no haya diálogo hacia adentro y entre sí mismos, pues nada va a cambiar. Entonces, ¿qué hacemos con eso? Y este programa educativo que se ve en el cuento es parte de esa posibilidad de acción, porque yo siento que también si vemos otras maneras u otros movimientos de justicia que tienen que ver con el género o con la causa feminista, pero que no se llaman feminismo, o que se vive de otra manera, que tienen políticamente otros objetivos, son luchas muy integradas.
Por ejemplo, en los feminismos negros no se puede concebir la lucha de las mujeres sin el acompañamiento de los hombres, que también sufren un montón de opresiones. Lo mismo con los pueblos originarios, que también dicen que no podemos desarticular porque sus sistemas de vida, formas de entender y de sobrevivir en el mundo, están articuladas. Y si «el feminismo» dice que son esencialistas, a ellas no les importa, porque tiene que ver con una visión del mundo que es otra cosa: una organización que tiene que ver con el territorio, con la preservación de la vida. Creo que hay mucho que aprender de ahí y de cómo estamos integrando eso en nuestras narrativas de los feminismos occidentales. Por no llamarle feminismo blanco, porque estamos en Latinoamérica.
Entonces, ¿qué hacemos con eso? Para mí, Tomasito es esa respuesta. Hay inmadurez, candidez, una falta de herramientas, de lenguaje, pero hay una empatía posible y una disposición a soportar el dolor y a hacerse responsable de ese dolor que ese lado de la humanidad le ha causado al otro. Y bueno, que sí ocurre incumpliendo la norma, porque tiene un costo el hecho de no poder tocar a las siluetas. «Es parte de la lección», como dice La Guardiana, no poder acariciar. No poder reparar el daño es parte de sentir ese dolor con todas sus consecuencias. Por eso Tomasito está ahí. Yo no me había dado cuenta, pero lo primero que se me vino a la cabeza la primera vez que me lo preguntaron fue que, como mexicana, vengo de una cultura católica muy fuerte, además fui a escuela de monjas. Aunque soy muy hereje y apóstata de la iglesia católica, tengo muchas influencias del pensamiento católico. Para mí, Tomasito es Santo Tomás: «Hasta no ver, no creer» y hasta que no siente el dolor en la mano, hasta que no mete la mano en la llaga, no puede comprobar que eso duele mucho.
CNL: Creo que Tomasito era de las figuras que para mí más ambigüedad creaba, y, ahora, todo tiene sentido, sobre todo viniendo de una educación tan católica. Por otro lado, en el seminario de la FU, cuando estábamos hablando de todo esto, caíamos en cuenta de los tiempos, sobre todo verbales, del futuro, el pasado y el presente, y una de las estudiantes se preguntaba cómo fue el proceso de escritura. Si lo hiciste por partes, primero el enfoque en el jardín, luego en la historia de Marisela y otra en los diálogos, o si lo hiciste todo seguido. ¿Cómo fue esa parte de empezar a escribir? ¿Lo hacías por partes y luego juntaste todo o fue algo que tenía una estructura y continuaste con esa estructura?
GDM: Voy a usar una imagen católica muy providencial, pero eso no siempre pasa y por supuesto que a la hora de la reescritura y de la corrección hay una conciencia de la estructura y hay muchísimo trabajo. No es nada más esta sensación de recibir dictado, que también tuve y que es muy mágica. Eso a veces pasa en la escritura, pero no es la norma. No es que yo todo lo que escriba lo escriba así, pero en Soñarán sí pasó eso de forma muy extraña. Yo sentía que era una cosa como demiúrgica, de creación del futuro, y por eso era para mí importante escribir en tiempo futuro, porque yo decía: «Es que esto va a pasar, esto va a ser una realidad». Y entonces empezar a conjurarlo, a crear ese futuro a través del lenguaje. Por eso la conjugación del futuro era tan importante para mí. El presente, no quería que existiera. El presente es el pasado, porque yo me ubiqué en ese tiempo indeterminado, límbico de la ciencia ficción, y era importante que el pasado ya quedara atrás: todo ese dolor que era el presente quedara atrás en el texto. Lo fui escribiendo así, intercalado. Cada una de las partes sí se escribieron intercaladas, ya después compensé. Lo fui reacomodando, pero la escritura sí fue intercalada porque yo ya lo tenía muy claro e iba teniendo esta sensación de recibir las partes que querían ser contadas en ese momento. Y bueno, ya después pulir el estilo y pulir el balance entre los tiempos, llenar los huecos, reubicar, y, aún así, dejar el espacio para el error y las trampitas y así, porque puede ser muy cansada la conjugación del futuro. Todo eso ya fue más calculado en el proceso de la reescritura, que es verdaderamente cuando los textos toman su forma.
CNL: Me gustó mucho en la clase también cuando hablamos de este tema, que hablabas específicamente de ciertas ocasiones donde dices que haces estas «trampitas», donde el verbo está en pasado o en presente, y me gustó eso que dijiste: «para que también la figura descanse, que no esté siempre en el futuro». Bueno, de verdad, esa parte me pareció increíble y lo difícil que debe ser seguir esa estructura.
GDM: Sí, porque era una conversación que se interrumpía. Finalmente, creo que la estructura es una conversación entre el maestro aprendiz y La Guardiana y se interrumpe con la vida de La Guardiana, la trayectoria de Las Argüenderas, y en un momento muy breve, con la experiencia del maestro aprendiz: su propia experiencia en el jardín. Entonces, era estar muy atenta a no perderme. Recordar que es una conversación y en qué momento están y, además, el presente del cuento, que es la visita al jardín: el futuro con la experiencia de los niños. La conversación entre Tomasito y la silueta de Rubí Marisol, que es también una conversación interrumpida. La conversación entre ellos dos no ocurre en un solo momento. Entonces, intentaba no perder el hilo de las conversaciones que se estaban dando dentro del jardín y dar el contexto del pasado. Había que estar atenta a ese balance.
CNL: Es increíble todo lo que logra ese universo que creaste en el jardín.
Ahora tengo preguntas más con respecto a la traducción: Soñarán en el jardín ya ha sido traducido a varias lenguas, incluso la antología de They Will Dream in the Garden traducido por Adrian Demopulos acaba de ganar el premio Shirley Jackson Award. ¡Felicidades! ¿Cómo ha sido para ti esa experiencia de ver tus cuentos, con especial enfoque en Soñarán el jardín, traducidos a otros idiomas? Y, sobre todo, ¿cómo ha sido tu proceso como autora con las personas que lo traducen? ¿Tienen contacto, tienen que hacer algunas negociaciones y hay cosas que en otras lenguas no se logran resaltar como si se logra en español cuando escribes, sobre todo, ciencia ficción/literatura especulativa?
GDM: Sí, bueno, he tenido mucha suerte porque he trabajado con personas autoras de sus propias versiones de Soñarán en el jardín, con traductoras magníficas. Para mí era muy importante que Adrian tuviera la traducción del libro completo porque como estudiante de literatura, ella tradujo Soñarán en el jardín para Latin American Literature Today sin remuneración. Entonces, era como un pequeño acto de justicia decir: «Adrian, tú lo hiciste muy bien, traduce todo el libro porque lo hiciste maravillosamente». Además, recuerdo que todo el mundo que leía la traducción decía: «¡guau, lo hizo muy bien!» Y yo, no teniendo mucha experiencia leyéndome en inglés, no podía decir qué tan efectiva era la traducción.
Ya hasta después, con un trabajo más desapegado, que fue cuando publicamos el libro completo, me pude dar cuenta del trabajo de Adrian, que fue maravilloso.
Y ahora que Robin Myers está traduciendo La canción detrás de todas las cosas, que es una traductora magnífica, y que es una gran poeta y que además es mi amiga y la quiero mucho, está siendo increíble. Los diálogos que tenemos, ver cómo ella resuelve las cosas, su propia creatividad, su propia voz, y cómo es tan generosa de hospedar la mía, es muy bonito. Esta es una de las partes que más me ha gustado del oficio de escribir, porque además desde muy jovencita me han gustado mucho las lenguas; como para aprenderlas y apropiármelas, aunque no lo he conseguido. Soy muy curiosa, pero soy poco hábil para hablar muchos idiomas como me habría gustado. Pero los hablo gracias a mis textos, gracias a Soñarán en el jardín. Entonces eso es precioso para mí y es una alegría muy grande. Es un trabajo complejo y yo trato de darle el mayor espacio posible a las personas traductoras para que hagan lo que ellas creen que deben hacer en esa versión del texto.
Si yo detecto algo que de plano no va con lo que yo creo que está queriendo reflejar la historia, lo hablamos. Por ejemplo, hay otro cuento dentro del libro que tiene más nombres en náhuatl porque es un cuento sobre la preservación de las lenguas originarias de México en el futuro, que ocurre durante el periodo colonial. Un periodo histórico donde estas lenguas estaban muy vivas tiene que ir como en el original. Pero siempre ha sido un proceso muy gozoso y muy flexible. No ha habido tanto que negociar, sino más bien dialogar o conversar. Y bueno, pues ahora, no sé si te conté, creo que le conté a Julia, que recibí un mail para traducir este cuento, justamente el de las lenguas, que se llama Huir del siglo, al japonés. Y estoy llorando de la felicidad porque se traducirá al japonés.
CNL: Llegó hasta allá atravesando continentes.
GDM: Sí, ese cuento en concreto, en inglés, Retreat from the World Outside, fue nominado a un premio de traducción por la British Science Fiction Association.
CNL: ¡Qué emocionante! Claro, pero igual con las personas que te traducen, sí, igual siempre hay una conversación, siempre se mantiene un trato ahí.
GDM: Sí y hay mucho aprendizaje también acerca de cómo escribo, porque, por ejemplo, ahora que estábamos en la traducción al alemán, yo veía las frases y pensaba, «esto pudo haber sido mucho más sencillo». O sea, ¡vi mi propio barroquismo, que además es una cosa muy mexicana a la hora de construir las frases! Y yo ya escribo con un estilo un poco más depurado porque ya aprendí también. Han pasado ya casi diez años desde que escribí Soñarán, y entonces pienso «Esta frase podría ser más corta, ¿no?». Y entonces les ofrecí alternativas porque entiendo la dificultad del trasvase del barroquismo mexicano de esta que escribe a una lengua como el alemán, que es superefectiva para sintetizar. Entonces, sí, hay mucho aprendizaje para mí también respecto a mi propia escritura y respecto a la visión del mundo que propicia hablar y pensar en otras lenguas. Es muy bonito y como te digo: la traducción ha sido de las mejores cosas que me ha dado la escritura.
CNL: Qué lindo. Ya que mencionaste la traducción al alemán, ¿cómo ha sido para ti tu experiencia al saber que Soñarán en el jardín sea traducido por estudiantes de la Universidad Libre de Berlín? Sobre todo, porque esta vez no es una persona que traduce, sino que es un grupo grande donde hay muchas voces, muchas opiniones, y bueno, estuviste un día también ahí, viendo el proceso. ¿Qué opinas de todo esto?
GDM: Ay, hermoso, hermoso. Gracias a que tú muy generosamente estabas buscando las condiciones ideales, las encontraste. Y a mí me hizo muy feliz que fueras tan exigente para que fuera algo especial la traducción de Soñarán en el jardín y lo hiciste, porque se replicó esta colectividad que se vive dentro del cuento en la manera de traerlo a esta otra lengua, ¿no? Lo colectivo implica mucho diálogo, mucha paciencia, tiempo, dedicación, ceder, apechugar el ego. Y hacerle bien a una causa común, que en este caso es el texto. Entonces, es un hecho político y además es un trabajo de paz, como decía David Huerta. Ese trabajo de paz ocurre dentro del proceso mismo de esas colectividades, de esas subjetividades que están en diálogo para producir una sola cosa armónica entre muchas visiones respecto a una misma palabra u oración o idea. Me parece precioso y que, además, sea colectivo por parte de las estudiantes que, para mí, fue una de las cosas que más me emocionó el sábado en el evento en Andenbuch cuando leímos el cuento: que las estudiantes pudieran leerlo. Para mí era muy importante que lo hicieran. En el cuento también ocurre eso, ¿no? Cuando La Guardiana, que ya está muy viejita, dice que otras tienen que continuar con el jardín. Pues para mí el hecho de que las estudiantes lo traduzcan es eso: es esa sensación de continuidad. Yo ya no tengo la misma energía que hace 20 años, pero sé que ustedes sí. Y eso me da mucha tranquilidad porque el mundo queda en mejores manos. Y esa es la dicha de las generaciones en los movimientos de mujeres. Que nos agradecemos las unas a las otras, nos pasamos la estafeta, nos reprochamos cosas también, pero acabamos abrazando lo que nos importa, asegurándonos un lugar en el futuro. Entonces, el hecho de que se concretara de esta manera, replicando la labor de amor y de amistad política entre nosotras, pues fue el regalo más grande también.
CNL: Me parece muy lindo porque, además, tú lo nombras de una forma que así lo veo, pero el proceso es otra cosa. Todas queremos llegar a lo mismo, queremos también justicia, queremos que se reconozcan también estas cosas, pero en el proceso, en este diálogo de paz también hay mucho trabajo y aprender a ceder y llegar a acuerdos. Están las cosas más mínimas que, al final, no son tan mínimas. Son importantes también a la hora de traducir. ¿Qué palabra vamos a utilizar, qué término queda mejor? Me gustó que resaltaras que igual es un proceso de paz porque estamos luchando para ese futuro, para tener ese jardín idílico.
GDM: Sí, y en ese proceso se aprenden muchas cosas, duelen otras, porque así es, además, la lucha feminista. Trae mucho dolor, trae mucha necesidad de revisarse una misma, de ver cómo nos estamos conduciendo frente a las demás, y si no lo hacemos, ¿qué consecuencias tiene? ¿Qué dolores generamos en las otras? ¿Cómo lidiamos con el dolor que las otras nos infligen a lo mejor sin quererlo? Y en todo eso está la paz, en todo eso está la política, en todo eso está la utopía, el horizonte de futuro.
CNL: Y lo necesario a veces que es, de verdad, justamente para sanar esas heridas, a veces abrirlas. Para de verdad curarlas desde cero, que no se cierren infectadas.
GDM: Exactamente.
CNL: Ya para terminar, la última pregunta sería más como una curiosidad, algo que quieras compartir, algo de tus futuros proyectos, algo de ti misma.
GDM: Hay algo ambivalente que siento respecto a Soñarán en el jardín, porque es muchísima la gratitud y el amor que le tengo por todo lo que me ha permitido decir y hacer. Esta relación con las lectoras, esta relación política con las palabras, con el lenguaje, con el género mismo desde el que escribo. Yo amo esta historia y amo lo que la gente, las personas chiquitas y grandes, hombres y mujeres, han hecho con ella. Y la vida propia que tiene. Pero hay algo que me preocupa, que son como las mariposas blancas. Yo que vengo de «las cloacas de la literatura», de los subgéneros, percibo que solo hablando de «lo importante», «lo urgente», se me ha permitido ser yo misma y tener una relevancia para los entornos donde puedo formar parte de las discusiones literarias. Solo hablando de nuestro dolor, de la experiencia de las mujeres, aunque esto no es poca cosa, agradezco muchísimo poder hacerla y me importa mucho. Yo soy activista y para mí es muy importante hacerlo. Pero lo que me preocupa es que, históricamente, a las mujeres se nos ha permitido hablar y ocupar un espacio público importante solo cuando hablamos de nosotras. Como en la Grecia Antigua y en Roma. Esto lo recoge Mary Beard en un ensayo maravilloso que se llama La voz pública de las mujeres. Las mujeres en Roma y en Grecia solo podían hablar por sus propios intereses y por los de su familia, los de sus hijos, pero no podían hablar sobre el interés común. No eran sujetos políticos, solo podían hablar por las mujeres.
Me da miedo que, a lo mejor, Soñarán fue una de las primeras cosas que hice y que salieron al mundo, y que quizás sea lo único que pueda hacer al respecto. Como autora me da miedo porque como soy muy inquieta, la lucha feminista es parte de lo que me interesa, pero no es lo único. Entonces, me pregunto qué pasará con La canción detrás de todas las cosas, que por supuesto que ahí también está la lucha feminista, pero mucho más entramada con el territorio, con la naturaleza, con la extracción, con la avaricia, con el capitalismo, con los sistemas económicos, con una relación distinta con el mundo, con la imaginación, con el tiempo. Me preocupa que no tenga el mismo cariño que ha tenido Soñarán porque quizá no es lo que se espera de mí, mejor dicho, de nosotras, las escritoras. Si hablamos de maternidad, la industria dice: «Ah, bueno, sí, te publicamos porque eso es lo que vende». Es decir: no quiero echarnos la culpa por hablar de nuestras experiencias, son reivindicaciones justas y muy válidas. Nosotras tenemos derecho a hablar de lo que se nos dé la gana. El problema es que el mercado, la industria editorial, la academia, todo esto pone la atención en las cosas que, dicho entre comillas, «importan». ¿Importan según quiénes? En términos de ventas. Históricamente, reproducen ese papel de que las mujeres solo debemos hablar de lo que determine alguien... «Mujer, haz lo tuyo. Habla de ti y de tus problemas». ¿Y en qué momento nuestros temas van a ser los grandes temas de la humanidad? Los grandes temas de la humanidad también son temas de mujeres y los llamados «temas de mujeres» son los grandes temas de la humanidad también. Tenemos una incidencia sobre lo que ocurre en el mundo y mucho qué decir. Por ejemplo, sobre la crisis climática. Por supuesto que está relacionada con el género, pero si se considera cierto deber ser de las autoras de una manera superficial o muy simplificada, quizá no les interese lo que tengamos que decir al respecto. «A mí lo que me interesa es que hables de feminicidios o sobre maternidad». Bueno, esa es una preocupación que tengo como autora. Insisto, no es nuestra culpa. Nosotras tenemos derecho a hablar de todo el universo. Pero ¿dónde ponen el foco los espacios de poder y por qué? ¿Y qué es lo que replican? Nuestra experiencia del mundo nuevamente se ve acotada a un ámbito, a una antología de solo mujeres. ¿Y en qué momento vamos a participar de la vida pública realmente? ¿En qué momento nos van a considerar interlocutoras del mundo? Eso me preocupa y es una tarea para el futuro.
CNL: Y siento que estamos en un buen camino porque antes ni siquiera las mismas mujeres podían hablar de feminicidios.
GDM: Claro.
CNL: Es muy lindo que lo digas, porque es como un recordatorio de que ahora las mujeres podemos hablar de eso, pero falta todavía muchísimo más por hacer para poder llegar a abarcar todo y que las mujeres puedan hablar del universo. Muchas gracias, Gabriela.
GDM: Exacto. Gracias a ti.
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